Una excelente película. Cada vez que veo a Ralph Fiennes me estremezco, aunque reconozco lo inmensa que éstá Winslet (Hanna Schmitz).
La película nos lleva hasta la Alemania nazi. Son dos las cosas que centran el argumento. Por un lado la relación entre una mujer adulta, Hanna y un quinceañero llamado Michael. Ella le ayuda un día en que él se encuentra enfermo al volver del colegio. A partir de ese momento empiezan a verse de forma habitual y emprenden una tórrida relación amorosa.
En Hanna vemos a una mujer cariñosa, bondadosa, que se interesa por lo que el chico le lee y siente un verdadero aprecio por él, quien a su vez está obnubilado por su belleza. La relación transcurre en los términos que la mujer establece y él no se preocupa por mucho más que poder verla constantemente, antes que a sus amigos del colegio.
Pero un buen día ella desaparece y la vida de Michael ha de continuar sin ella. Empieza a estudiar derecho en la Universidad, años depués de su idilio con Hanna y con un profesor acude a los juicios contra algunos acusados de colaborar con los nazis. Sorprendentemente allí vuelve a encontrarse con Hanna, pero mientras él está entre el público, ella está en el banquillo de las acusadas.
Y aquí hay que hacer un inciso, porque se da una rocambolesca paradoja cinematográfica, porque ese buen profesor que les lleva a ver los juicios contra los nazis está interpretado por Bruno Ganz, el excelente, terrible e inolvidable Adolf Hitler de El Hundimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario