miércoles, 15 de diciembre de 2010

KUSTODIEV

¡Dios mío!, el gigante imparable, com símbolo de la revolución. Esa mirada aguerrida y desafiante que empuña una bandera roja. La misma que rodea los palacios mientras una muchedumbre baja por la escalinata y se une a toda esa masa de gente que caminan por las calles abajo. Un cortejo de una novia  que por la calle desciende.
      Recordamos, lentamente,  ese 26 de octubre de 1917 -un mes muy revolucionario, aunque nos pese-  cuando los soldados y las milicias obreras ocupan el palacio de Invierno de San Petersburgo -residencia del zar y sede del gobierno provisional de Kerenski-.  Y seguimos ensoñando y observamos el principio de la Revolucinòn bolchevique, dirigida por Lenin y Troski, que pone fin a la transición del poder zarista. ¡Qué meses! Un gobierno dirigido por "moderados"  que necesitan continuar una guerra, a pesar de su ¡quién lo sabría! evolución catastrófica.
Ese Lenin, opuesto en radical, que auna a todos y que pasa a la acción. La acción como necesaria para que cambie radicalmente todo: lo estable se reviene en inestable; lo inestable en habitual. Es una fuerza imparable, terriblemente radical, innovadora en multitud de sentidos, ... No sabemos hasta donde se puede llegar.

 Inestabilidad política, motines e intentos de golpes de Estado. Y todo se expande al resto del país.

Observemos de nuevo a lo que Boris Kustodiev nos quiere representar: ese pueblo ruso heredero del populismo decimonónico y el entusiasmo de esa Revolución Bolchevique. Seguro que algunos estarán deseándolo en la actualidad, no lo dudo.

Pero, quiero recordaros que este artista está  paralizado en su silla de ruedas y que todo lo ve como si se asomase a la ventana. Es protagonista hoy en este post. Pero, en su momento, lo fueron otros millones de personas que quisieron que su vida fuera diferente. Siempre debe quedarnos la esperanza de que el mañana será diferente. Y, de no serlo,  lo haremos nosotros diferente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario