lunes, 6 de diciembre de 2010

ENTREVISTA A ROSALIA MERA EN MUJER DE HOY

La cita es a las 12, en el número 17 de la plaza de María Pita, en A Coruña. Llego media hora antes y decido tomar un café en el bar de al lado. Sentada en un taburete, con un churro en la mano, está nuestra premiada. Lleva un chándal y charla animadamente con una joven.

Me presento e intercambiamos unas palabras. Para romper el hielo, le digo que está más delgada que en una de las pocas fotos que hay de ella. “He adelgazado 10 kilos”, me dice. En un ritual cómplice, muy propio de las mujeres, le pregunto por la dieta que ha seguido. “Menos plato y más zapato”, confi esa. Las dejo seguir a solas la conversación.

Media hora después, Rosalía Mera me recibe en su despacho. Ha sustituido el chándal por un sofi sticado jersey gris y unos pantalones negros, pero sigue siendo la misma mujer cercana con la que la camarera gastaba bromas hace unos minutos. Nada hace pensar que frente a mí está la mujer más rica de España y una de las más poderosas del mundo, según la revista Forbes. Es dueña del 6,69% del imperio Inditex, del que fue creadora junto al que era su marido, Amancio Ortega; una de las mayores accionista de Zeltia...

Pero sobre todo es la presidenta de la Fundación Paideia Galizia, en cuya sede nos encontramos. Una organización que abarca proyectos de empleo, discapacidad, voluntariado, ayuda a emprendedores sociales... Voy a entrevistar a Rosalía Mera, una mujer tan rica como desconocida. Se podrían contar con los dedos de una mano los profesionales que antes que yo han tenido este privilegio.
-Mujer hoy: Usted es una mujer desconocida, entre comillas…
- Rosalía Mera: Ahora soy muy mediática.
- Sí, muy mediática, pero la mujer que se esconde tras el nombre de Rosalía Mera no tanto. ¿Qué ha pasado en el camino desde que sale del barrio de El Matadero (A Coruña) hasta convertirse en una las mujeres más poderosas del mundo? ¿Cómo empezó esta historia?
- Es complicado responder. Ni uno mismo puede precisar el cómo. En una generación como la mía, había que empezar a trabajar y a construir un proyecto de vida, de cómo construir el día a día, pero sin otro objetivo más que el mañana, y el mañana real, no el porvenir. A veces es una historia tan común, tan natural, como decir que es que no había otra alternativa.
- En la página web de Inditex, cuando se citan los orígenes de la firma, allá por el año 1963, el único nombre que aparece es el de Amancio Ortega. ¿Qué ha pasado con el suyo? ¿Es un olvido personal o es otro caso en que la aportación de las mujeres ha sido ignorada?
- Así es. Ésa es una constante, antes, ahora y siempre. Tiene que ver con lo cultural. Con el hecho de que los hombres antes, ahora y siempre se van a poner en primera línea permanentemente, y para que eso cambie hace falta que pase mucho tiempo.
Nosotras genéticamente venimos preparadas para ser reproductoras, y eso requiere muchísima energía. ¿Qué pasa entonces? Que la realización personal la tienes que aparcar. Y si la aparcas 10 años, ya estás en desventaja y eso no se va a modificar tan pronto.
- Pero sí la tuvo cuando llegó el momento del éxito y usted lo deja todo para dedicarse a cuidar a su segundo hijo, que la necesitaba.
- Yo dejé la escuela con 11 años y llevaba trabajando desde los 13. Y atender a mis hijos, y a este segundo hijo en concreto, que nació con graves problemas… pues tampoco me pareció mal. Además, no fue mucho tiempo porque enseguida me reincorporé al trabajo y a las cosas que me interesaban. Ya no era tanto por necesidad, sino realmente por necesidad íntima de hacer.
Creo que ese es el gran motor de mi vida: yo tengo necesidad de estar en proyectos, porque tengo mucha curiosidad, y me interesa aprender cosas. Poner cosas en marcha es una pasión y un deber: si uno puede, tiene que contribuir a los cambios sociales de la mejor manera posible, con las capacidades que tiene. La realidad siempre se puede transformar.
- Y usted decidió transformar la suya a mediados de los 80: se divorció, se desvinculó profesionalmente de Inditex, aunque no accionarialmente, y creó la Fundación Paideia… ¡Menuda crisis de los 40!
- La crisis de los 40 es el mejor momento de cualquier persona y de las mujeres más. Estás en la mitad del ciclo vital y puedes hacer un balance. Tienes la posibilidad de dar un giro de 180 grados o de repetir lo mismo. En ese momento uno puede ser mucho más dueño de sus acciones. Hay muchas ocasiones en que se hacen las cosas para que los otros te amen, para no defraudar a tus padres.
Estamos más comandado por los afectos y por los deseos de los otros que por los propios, hasta que te preguntas ¿y ahora qué? Es entonces cuando te planteas cambiar y te haces dueña de tu palabra y de tus actos. Los cambios, aunque sean dolorosos y dramáticos, son una oportunidad de la que se puede salir muy fortalecido, con mucha experiencia y con mucho conocimiento nuevo.
- Ahora, los valores asociados al género femenino se están poniendo en valor en el mercado laboral: empatía, anticipación, intuición, lenguaje… Y los hombres los están haciendo suyos.
- Pero no pueden. Eso no se entrena. Pueden hacer un curso de inteligencia emocional, pero no es lo mismo. Las mujeres, sobre todo las que han pasado por la maternidad, tienen una capacidad de adecuación y una inteligencia predispuesta a adaptarse y dar respuestas rápidas. Ese es el perfi l que ahora se necesita. Y además somos intuitivas.
¿Y qué es la intuición? Es la capacidad de analizar rápidamente montones de variables que tienes registradas, y con ellas ser capaz de intuir lo que puede pasar. Eso, que es un análisis de datos y experiencias, se llama conocimiento.
- Se declara de izquierdas, ¿es eso compatible con ser rico?
- Parece que es incompatible y no debería ser así. Hay momentos en los que uno ha de hacer y decir lo que cree que está bien. Tanto el dinero como la cultura no son posesión de nadie, estamos en una rueda. Yo hubo un momento en que no tenía nada, pero nada; y como yo, muchos, y ahora estoy arriba.

Y algunos de los que estaban arriba, ahora están abajo. Y esto va a seguir siendo así. A mí esto me da una gran tranquilidad porque me digo: “Oye, que esto toca, y toca y gira”, y no pasa nada. Por eso, agarrarme a lo que tengo es una tontería. Lo económico debilita las mentes de la gente. Yo lo he vivido.
- ¿Qué ha supuesto para usted recibir este premio?
- Lo primero, una sorpresa muy agradable, pero luego me entró la duda de si era una elección de las lectoras o una manipulación de la revista. Pero viendo el perfi l de las otras premiadas me he dado cuenta de que es cierto; porque hay una necesidad real por parte de las mujeres de encontrar modelos de referencia diferentes.
- Pensamos que no aceptaría recoger el premio y nos ha sorprendido gratamente que sí lo hiciera. ¿Porqué lo ha hecho? ¿Para dar visibilidad al trabajo que está haciendo con la Fundación Paideia?
- No, no. Yo creo que en esto está más en juego una cuestión de género y de que las mujeres tengamos más visibilidad, que vender nuestros proyectos. Que por otro lado se desarrollan en lo íntimo y no sirven para grandes colectivos.

Nosotros lo que queremos con Paideia es tratar de poner en pie modelos distintos de atención, no tanto resolver los problemas de nadie, porque por desgracia nadie te los va a resolver. Eso sólo puedes hacerlo tú mismo. Somos muy exigentes con la gente que trabajamos, estamos con ellos, pero no les compadecemos.

          Mi compromiso al aceptar este premio no es con la revista, sino con las mujeres en general.





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