Una de las obras mayores de Akira Kurosawa y su actor fetiche, Toshiro Mifune. El personaje de Sanjuro posee una gran fuerza, y contrasta con los jóvenes guerreros algo alocados, que tienden a actuar a tontas y a locas. Él piensa, y aunque su actitud es algo chulesca, el equivalente a un `John Wayne´ de ojos rasgados, casi siempre acierta. Mifune imprime humanidad al personaje, por ejemplo en la escena en que la esposa del chambelán, que ha calado su personalidad, le define como "una katana desenvainada". Aquel comentario -o su mención de las camelias- toca su fibra sensible, y por ello cuando más adelante hinca la rodilla en el suelo y ofrece su espalda a la señora para sortear un muro, lo hace como reconociendo su grandeza. Tras una apariencia rocosa, hay un gran corazón.
El cine es pura aventura, y abunda en escenas de acción y suspense. La música de Masaru Sato ayuda, y mucho, a componer la atmósfera de la película, y el director sabe sacar todo su partido al formato panorámico y a la fotografía en blanco y negro. Está además presente uno de los temas favoritos de Kurosawa: el de la búsqueda de la verdad, unido a las engañosas apariencias, que tienen su colofón en el comentario del chambelán acerca de su `cara larga´, que inspira poca confianza, lo que provoca las risas de los reunidos ante él.
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