Kim Ki-duk estudió en París y regresó a Corea para empezar a trabajar como guionista. Su primer largometraje como director fue una película de bajo presupuesto, AG-O (El cocodrilo), en 1996, que obtuvo una respuesta inmediata de la crítica. A partir de ese momento, con cada nuevo estreno, Kim Ki-duk es alabado por la crítica y el público por su retrato de personajes difíciles, sus imágenes inesperadas y su mensaje innovador. Suele escoger personajes procedentes del último escalafón de la sociedad. Es capaz de meterse en el corazón de esos personajes y sacar su inocencia a la luz a pesar de las circunstancias más adversas.
Su fama ha crecido al tiempo que sus películas han sido escogidas para competir en los festivales internacionales más prestigiosos. NABBEUM NAMJA (Chico malo) obtuvo un éxito sin precedentes, 700.000 personas vieron la película en Corea. Kim Ki-duk se convirtió en un director de gran popularidad.
Sus películas han sido aclamadas en festivales internacionales. SAMARITAN GIRL (Samaria) ganó el Oso de Plata (Premio al Mejor Director) en el Festival de Berlín; HIERRO-3 (Bin-jip) fue galardonada con el León de Plata (Premio Especial a la Mejor Dirección) en el Festival de Venecia y con la Espiga de Oro en la última Seminci de Valladolid.
Se ha dicho de Kim Ki-duk
“Un director que empezó en los marines coreanos y pasó por la pintura”.
“Un tema demasiado potente para ser descrito de un modo convencional”.
“Fantasear con la realidad de las pesadillas”.
“Un director al que no asusta la crítica, sino una película sin vida”.
E reto artístico que se propone siempre ha estado en el corazón de la controversia, pero no es un autor caprichoso como muchos creen. Simplemente, su punto de vista poco habitual y su insistencia en retratar la vida cotidiana le hacen diferente de los demás. Se le ha llegado a tachar de cruel por escoger temas crueles, por explorar con frialdad los aspectos más horribles, en vez de inclinarse por metáforas agradables y maravillosas.
Eso no significa que no crea en el amor y en la vida como el común de los mortales, pero prefiere sorprender al público y llevarle a preguntarse lo que él siempre se pregunta: “¿De verdad la gente piensa así?”
Es capaz de desarrollar, rodar y montar sus películas sin dudar porque es un autor que busca respuestas. Es un cineasta que reconoce que la violencia y la crueldad son partes inherentes de la vida. Se atreve a describir un lado de la vida que parecía no interesar a nadie. Cree que no basta con ignorar los aspectos más oscuros, más infernales de la vida y del amor para hacerlos desaparecer.
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