sábado, 1 de enero de 2011

Mi noche es una pesadilla de lágrimas de hielo
que no se dejan secar.
Atardece y ya no tengo sombra.
Temo la oscuridad invadida de mi habitación
a la que tengo que entrar,
sólo a su puerta la miro y ya no respiro.
Caigo y abandono.
Mis páginas no las pasan inciertos dedos,
ya no leen ni huelen mis textos.

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