"Me acerqué a un paisano mío, agonizante, cuya vida yo me empeñaba en salvar a pesar del evidente deterioro. Debia guardar la máxima discreción sobre mi intento de fuga, pero mi camarada pareció intuir algo. Con voz cansada me preguntó ¿Tú también te vas? . Lo negué, aunque me costó mucho eludir su triste mirada. Al terminar la ronda regresé a su lado. Otra vez me atravesó su mirada triste y sentí dentro de mí algo así como una especie de acusación o de reproche. Aquellos ojos desesperanzados agudizaron la inquietud desapacible que oprimía mi corazón desde el instante que resolví evadirme del campo. De repente decidí, por una vez, mandar en mi destino. Salí a toda prisa y le comuniqué a mi amigo que no me marcharía con él . Tan solo con decirlo, desapareció mi inquietud interior. Desconocía lo que me depararían los días por venir, pero gané en íntima paz que jamás había experimentado antes. Volví al barracón, me senté en los tablones y ..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario