sábado, 30 de octubre de 2010

DEL DESCREIMIENTO AL SENTIDO COMÚN

    Titulo así porque, la propia realidad te obliga a sacar el sentido común como estandarte. No sirve de nada refugiarse en absurdas creencias, ni en comentarios banales sacados de una consulta médica. Cobrar conciencia plena de las responsabilidades que diariamente tenemos es la razón primigenia del buen hacer.
A veces, cuando terminas rendido de un trabajo ardúo, la satisfacción del trabajo bien hecho ya sirve para retomar fuerzas. Cuando tu vida la has dedicado sólo al servicio de los demás y no a tu propio servicio, como satisfacción personal, deviene en hundimiento progresivo. Sólo de uno se puede sacar la fuerza necesaria para continuar. Dar, dar, y ... volver a dar, no es el camino. No se le aprecia más por ello.
       Reactuar constantemente y sólo en una dirección no estimula la responsabilidad y, por consiguiente, el avance. El presente ya es pasado y el pasado es, siempre, susceptible de modificación. Ello nos hace enfrentarnos con la finitud de la vida y con la finalidad de la misma: existencia y persona.
El sentido de la vida cambia continuamente y no deja de existir. Para llevarlo a cabo se necesitan tres pasos:
actuar, aceptar lo que nos da la existencia y aceptar el sufrimiento.
 ¿Por qué aceptar el sufrimiento? Sería más razonable mirar para otro lado, lógico ¿no? Aceptar el sufrimiento inevitable significa construir una actitud frente al mismo. Buscar una capacidad para  soportarlo. Cuando se encuentra un sentido al mismo, deja de serlo.
La transitoriedad de la vida nos hace comprender todo esto.
Sin ser egoístas y sin ser víctimistas. Nos convertimos en seres transitorios: hoy lloramos lo que mañana reímos.


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