Erase una vez una familia. Si bien familia debería ser sinónimo de colectivo de individuos que buscan un bien común propio de ellos mismos, la cruda realidad nos sumerje en lo endémico de las mismas: el odio, la envidia, la rivalidad y la venganza. Aparentemente y en su aspecto externo su entorno es irreal (Dios qué ideales todos!!!), pero como diría la gran Simone de Beauvoir: "la familia es un nido de perversiones". Tentada estoy a poner también la foto de la mía o de la de cualquiera, en realidad.
Noël Schoudler, banquero de edad avanzada, es un magnate de los negocios del azúcar. Vive en el París de entreguerras, gran amigo de los políticos relevantes franceses, tiene buenas relaciones con el alto clero católico y es dueño de un periódico importante. Su hijo François está casado con Jacqueline Le Monnerie, el otro apellido más importante de Francia, ellos y sus descendientes están destinados a regir los destinos del país. Tanta ambición, tanto poder, entrelazados con las rencillas, mantienen a todos estos personajes, que ocupan esas posiciones privilegiadas, en un roce constante con la tragedia, provocado por las estrategias para mantener sus destinos.
Pero los acontecimientos le dan la vuelta al destino planeado.
En esta obra se retrata una clase dominante que se perpetúa sin concesiones, perfectamente estructurada, con personajes muy concisos y rodeados de las dosis de odio propios de un mundo de títeres. Como en cualquier familia vulgar de este país a otra escala.
No hay comentarios:
Publicar un comentario