martes, 17 de febrero de 2009

La cabeza perdida de Damasceno Monteiro


"Y Manolo le explicó que era una localidad no demasiado lejana a Lisboa, hacia el interior, en la zona de Mafra, donde había una antigua capilla circular que se remontaba a los primeros cristianos del imperio romano, y era un lugar sagrado para los gitanos, porque los gitanos recorrían la Península Ibérica desde tiempos remotísimos, y todos los años, el quince de agosto, los gitanos de Portugal se reunían en Janas para una gran fiesta, era una fiesta de cantos y bailes, los acordeones y las guitarras no callaban ni un momento y los alimentos se preparaban en grandes braseros a los pies de la colina, y después, al llegar el ocaso, cuando el sol estaba en el horizonte, justo en ese momento, cuando sus rayos teñían de rojo la llanura que acababa en los acantilados de Ericeira, el cura que había celebrado la misa salía de la capilla para bendecir los animales de los gitanos (...) pero ahora que los gitanos ya no tenían caballos y se compraban horribles automóviles, ¿qué iban a bendecir? ¿o es que pueden bendecirse los automóviles que son de metal? Claro, a los caballos si no se les da cebada y sémola se mueren, pero los automóviles, si no hay dinero para echar gasolina, no se mueren y cuando se les echa gasolina arrancan de nuevo, por eso los gitanos que tenían algo de dinero ya no tenían caballos y se compraban automóviles, pero ¿es que podían bendecirse los automóviles?"

Antonio Tabucchi
La cabeza perdida de Damasceno Monteiro

En mi habitual visita por las bibliotecas recojo libros, que me miran con triste ojos de can semiabandonado, pero ... éste no es uno de ellos sino que ha sido un regalo envuelto de velada amenaza. Y allí me ves, leyendo su primer capítulo, in corpore presente, para convencerle de que seré obediente.

Ya metida en el fregado me sorprende desde su primera línea: prosa trabajada y ágil. Ideal para no ser dejado encima de la mesa de la cocina y empezar a preparar algún platillo para acompañar un asado, un guisado o ... un desaguisado.
Ay!! Qué me tengas que amenazar para leer a Tabucchi apartándome de mis lecturas programadas del XIX ...
Prosigo en la lectura y de un capítulo a otro saltamos de Lisboa a Oporto. Ya está aquí Oporto. Conocida mía desde hace mucho cuando no estaba tan remozada como ahora. Recuerdo mi primer paseo por las callejuelas cuesta abajo para alcanzar las riberas del Duero. Bajar por aquellas angosturas, nada soleadas y muy desagradablemente perfumadas de orines al torcer alguna esquina, volvieron a mi memoria sólo pocos años después cuando visité Nápoles. Por encima de nuestras cabezas se sucedían los tendales colgados con ropas húmedas y, algunas, todavía chorreantes. Los sonidos se debatían entre siseantes conversaciones a la mesa del almuerzo y alguna radio encendida. Estaba fascinada a la vez que desconfiada y temerosa. No fuera a salirme alguien de aquellos inmuebles con otra intención que no fuera la de saludar.

Una vez asomada al río miras hacia atrás y respiras aliviada de haber bajado porque para subir iba a preferir el elevador situado al otro lado del puente.
En sucesivas visitas a la ciudad fui ampliando los horizontes de la habitual visita bodeguera y los paseos por Santa Catarina. Descubrí el Oporto moderno en una visita a la Fundación Serralves, cuyo edificio fue diseñando por Siza. Desde ese punto de la ciudad la mirada da un salto hacia el Atlántico, y eso no se ve si sólo se visita el Viejo Oporto. Merece mucho la pena.



lunes, 2 de febrero de 2009

La impaciencia del corazón


"Hay dos clases de piedad. Una, débil y sentimental, que en realidad sólo es impaciencia del corazón para liberarse lo antes posible de la penosa emoción ante una desgracia ajena, es una compasión que no es exactamente compasión, sino una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno. Y la otra, la única que cuenta, es la compasión desprovista de lo sentimental, pero creativa, que sabe lo que quiere y está dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá".

Stefan Zweig "La impaciencia del corazón"


lunes, 26 de enero de 2009

Mi rostro tiene cuevas oscuras

Mi rostro tiene cuevas oscuras
que se llenan con la marea
cuando esa luna,
que sale a la traidora,
hace un gran agujero
en nuestro raso negro.
No me vistas ahora
porque sólo necesito
un leve viento que me eleve.

domingo, 25 de enero de 2009

Serenas olas

Tiempo de serenas olas que llegan a la orilla
y sonidos suaves que llegando a mi alma
relajan mi mundo de las ideas tormentosas.
Hasta que las campanillas de la tienda de la esquina
vuelvan a sonar pasará el tiempo,
lentamente, pero con conciencia.
Apaciguadora estela de sonidos
hasta que el rumor de mi respiración
sea sólo lo que se oiga.

martes, 13 de enero de 2009

Escapándose


"Desconocidos lugares estaban esperando y todavía seguía atado a la gran Idea. ¿Por qué perder el tiempo en un yermo? Podría haber visto inmensas llanuras y llenar el vacío con ellas. Conquistar caminando poco a poco y descansar en cualquier lado. Seguía allí mirándolos sin verlos y ellos creídos de que les hacía caso... Cerca estaría el momento de escaparles sin mirar atrás."

lunes, 12 de enero de 2009

REENTRÉ

"En los largos silencios de palabras encadenadas a su mirada, resistió el embate de aquel oleaje, no feroz pero sí inquietante. Dijo poco y bastó. Los síes sin esperanza desarmaban cualquier quite o cualquier reproche. Era imposible luchar contra él ¿Qué hubiera ganado? ¿Lo que ya tenía? Silencio y misericordia."

Curiosamente este texto ya lo había colgado pero, en mis continuos repasos, me doy cuenta exactamente del acento que había puesto en él.
Cielos!!!

Juguemos a juzgar

"Juzgar" es un término que admite dos significados distintos:

  • Subsumir clasificatoriamente de lo singular y particular bajo algo general y universal. Medir, acreditar y decidir lo concreto mediante criterios regulativos.
  • Situación en la que no hemos estado o visto nunca y para lo que no tenemos criterio y en donde sólo podemos apelar a la evidencia con nuestra capacidad humana y que tiene que ver con diferenciar y no con ordenar y subsumir. Es el juicio estético o de gusto, sobre el cual podemos discutir y llegar a un acuerdo porque ante lo que no conocemos sólo podemos opinar si esto o aquello la hubiera juzgado correcta o incorrectamente.

Cuando nos encontramos en situaciones no cotidianas, que irrumpen huracanadamente, nuestra capacidad de juzgar se ve mermada por el instinto de supervivencia en un ámbito concreto. No valen de nada los criterios familiares o culturales aprendidos. Sólo afecta a nuestra ansiedad de no perder el poder. Es lo que realmente nos moviliza. Tenemos siempre esa oportunidad de juzgar con facilidad sin ponernos en cada sitio y creernos que estamos en el oportuno sitio. Jueces de todo lo que se mueve y respira. ¡Cuánta razón llevamos! ¡Qué orgullosos estamos de nosotros mismos cuando juzgamos aquello por donde no hemos pasado! Cargamos con el hacha encima de nuestros hombros y vamos asestando aquí y allí. Qué triste!

domingo, 11 de enero de 2009

DE NOCHE VENDRÁS A HACERME COMPAÑÍA


"De noche vendrás a hacerme compañía, ...
Sólo el equilibrio que proporcionas a mi espíritu
basta para que una tibia sonrisa
quede apresada en mi rostro
antes de dejarse llevar por el sueño.
Mariposas y libélulas vuelan
tornasoladas en su espaciosa libertad,
mas tu amor sólo es capaz
de hacerme volar, desear y estar.
Dormiré buscando el secreto de tu pensamiento
enlazando con mis dedos tu ensortijado cabello."



viernes, 9 de enero de 2009

ROSA, ROSAE LAS DESEADAS

Mehmet II

Además de guerrero, poeta y patrono de las artes, el conquistador de Constantinopla fue también un acérrimo aficionado de la jardinería. Tenía una especial predilección por las rosas, a punto tal que, en uno de los retratos con que se le conoce, aparece con una de ellas en sus manos. Y una de sus "rosas" más deseadas será Constantinopla.

Mehmed II, al fín conquista la bella Constantinopla y marca el final del Imperio Bizantino, el gran intermediario entre Oriente y el Mediterráneo.
Hegel (1770—1831) escribe en su Curso de Historia de la filosofía: El Imperio bizantino estaba en el interior desgarrado por pasiones de toda suerte y en el exterior amenazado por los bárbaros, a quienes los emperadores sólo podían oponer una débil resistencia. El Estado se encontraba en una situación continuamente peligrosa, y nos ofrece un repugnante cuadro de flaquezas donde las pasiones miserables, e incluso absurdas, no dan nada grande, ni en las ideas, ni en los actos, ni en las personas. Revueltas de jefes, caídas de emperadores, arrastrados por aquellos o bien por las intrigas de los cortesanos; muertes o envenenamientos de soberanos debidos a sus propias esposas o a sus hijos, mujeres dando libre curso a toda clase de deseos y rebajándose a hechos deshonrosos, tales son las escenas que desarrolla ante nuestros ojos esa historia, hasta que el decadente edificio del Imperio romano de Oriente es demolido a mediados del siglo XV por la vigorosa potencia de los turcos”.

DEFENDER LA LIBERTAD PROPIA


"Más ciudadano ya de la eterna república del espíritu que de la de Roma, a la que la dictadura de César ha castrado, su vida ahora parece la de un filósofo. El maestro de la justicia terrena ha aprendido por fin el amargo secreto de que al fin y al cabo acaba enterándose todo aquel que se dedica a la actividad pública. Que a la larga no se puede defender la libertad de las masas, sino únicamente la propia, la libertad interior" .


Obra: Momentos estelares de la Humanidad
Autor: Stefan Sweig





Existen escritores que nos permiten sentir la Historia y sus personajes cercanos y Sweig consigue a la perfección entender la propia cotidianiedad con la sentida en aquel momento por Cicerón en aquel lugar, en aquel momento ... tan lejanos. Quien no sea un gran aficionado a la Historia con mayúscula quizás encuentre aquí una mano tendida que le invite no sólo a un té sino a un banquete.

miércoles, 7 de enero de 2009

Obsesiones masculinas

"Su vida, que sobrepasaba ya los sesenta y cinco años, con todos sus encuentros y desencuentros, felices y dolorosos por igual, giraba en torno a una sola obsesión: las mujeres. Era una de esas personas que se encuentran completamente a merced de los voluptuosos encantos femeninos. Las mujeres no eran para él un deseo que se enciende, se colma y se consume, no. Representaban como variado es su cuerpo: senos prominentes y robusto, con pezones protuberantes como apetitosas uvas; traseros jugosos y ondulantes que aguardaban su violento ataque sorpresa por la espalda; labios carnosos que sorben los besos y suspiran de placer; el cabello en todas sus manifestaciones (largo, suelto y liso; salvaje y con trenzas enmarañadas; media melena, al clásico estilo familiar, o esos cortes á la garcon que le inspiraban extrañas fantasías sexuales); los ojos, ¡ay!, esas miradas sinceras o traicioneras, descaradas o tímidas, incluso las de reproche, enfado y rechazo. ¡Qué hermosas!"


Obra: El edificio Yacobián
Autor: Alaa Al Aswany


Ultimamente Egipto fue convirtiéndose también en una obsesión. La fascinación que nos causa el período del Antiguo Egipto fue adentrándonos poco a poco en la selva de dioses, faraones, monumentos y jeroglíficos. Buscando libros apropiados para los pequeños lectores (encontré gran cantidad) apareció esta novela, considerada como una excepcional obra de la narrativa árabe contemporánea, cuyo estilo me recuerda a mi adorado Naguib Mahfuz. Tiene su réplica en cinta cinematográfica. Veremos si responde a las expectativas. De momento, en un reciente reportaje sobre el Cairo actual sí que la veo bastante reflejada. Creo que nuestro viaje a Egipto esperará todavía un tiempo.





martes, 6 de enero de 2009

La desmemoria

"El miedo seca la boca, moja las manos y mutila.
El miedo de saber nos condena a la ignorancia;
el miedo de hacer nos reduce a la impotencia".
Eduardo Galeano.

Esta cita es de "El libro de los abrazos".

A veces, cuando visito las librerías, hay libros que quieren ser llevados para que sean mecidos en nuestros brazos como hacíamos con nuestros pequeños hijos. Y este apareció, me sonrió y se quiso venir conmigo. De vez en cuando lo abro y leo pequeños pasajes, que me dan luz cálida y me hacen sonreir.