"La alambrada ya colocada y sólo tenían que venir del taller de aluminios. Se sentía segura por fin. Los intrusos venideros encontrarían un gran portalón cerrado y esperaba con ello lograr la intimidad tan deseada hace años. Tantos familiares yendo y viniendo por el curvado camino de acceso habían acabado con su escasa paciencia. Y, por fín, sola.
Pensó que no necesitaba nada más que lo necesario para poder vivir. Abotonó su bata de invierno y entró. Ya empezaba sentir el hielo en su rostro. En la cocina sentado estaba su padre. El la miró a los ojos y supo que seguro iba a ser el siguiente. Aunque no perdía la esperanza de equivocarse. "
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