que se llenan con la marea
cuando esa luna,
que sale a la traidora,
hace un gran agujero
en nuestro raso negro.
No me vistas ahora
porque sólo necesito
un leve viento que me eleve.
Al finalizar el día, cuando los espíritus se serenan y las tareas declinan, comienza el momento de recuperar fuerzas y momentos claves del devenir que supuso la jornada. Reflexiones personales sobre las cosas que pasan aquí y ahí, en el exterior y en el interior. La palabra necesita del corazón para que sea inteligente: necesita palpitar y sentirse viva.

"Juzgar" es un término que admite dos significados distintos:
Cuando nos encontramos en situaciones no cotidianas, que irrumpen huracanadamente, nuestra capacidad de juzgar se ve mermada por el instinto de supervivencia en un ámbito concreto. No valen de nada los criterios familiares o culturales aprendidos. Sólo afecta a nuestra ansiedad de no perder el poder. Es lo que realmente nos moviliza. Tenemos siempre esa oportunidad de juzgar con facilidad sin ponernos en cada sitio y creernos que estamos en el oportuno sitio. Jueces de todo lo que se mueve y respira. ¡Cuánta razón llevamos! ¡Qué orgullosos estamos de nosotros mismos cuando juzgamos aquello por donde no hemos pasado! Cargamos con el hacha encima de nuestros hombros y vamos asestando aquí y allí. Qué triste!


"Su vida, que sobrepasaba ya los sesenta y cinco años, con todos sus encuentros y desencuentros, felices y dolorosos por igual, giraba en torno a una sola obsesión: las mujeres. Era una de esas personas que se encuentran completamente a merced de los voluptuosos encantos femeninos. Las mujeres no eran para él un deseo que se enciende, se colma y se consume, no. Representaban como variado es su cuerpo: senos prominentes y robusto, con pezones protuberantes como apetitosas uvas; traseros jugosos y ondulantes que aguardaban su violento ataque sorpresa por la espalda; labios carnosos que sorben los besos y suspiran de placer; el cabello en todas sus manifestaciones (largo, suelto y liso; salvaje y con trenzas enmarañadas; media melena, al clásico estilo familiar, o esos cortes á la garcon que le inspiraban extrañas fantasías sexuales); los ojos, ¡ay!, esas miradas sinceras o traicioneras, descaradas o tímidas, incluso las de reproche, enfado y rechazo. ¡Qué hermosas!"
Obra: El edificio Yacobián
Autor: Alaa Al Aswany
Ultimamente Egipto fue convirtiéndose también en una obsesión. La fascinación que nos causa el período del Antiguo Egipto fue adentrándonos poco a poco en la selva de dioses, faraones, monumentos y jeroglíficos. Buscando libros apropiados para los pequeños lectores (encontré gran cantidad) apareció esta novela, considerada como una excepcional obra de la narrativa árabe contemporánea, cuyo estilo me recuerda a mi adorado Naguib Mahfuz. Tiene su réplica en cinta cinematográfica. Veremos si responde a las expectativas. De momento, en un reciente reportaje sobre el Cairo actual sí que la veo bastante reflejada. Creo que nuestro viaje a Egipto esperará todavía un tiempo.